domingo, 12 de febrero de 2012

GUARDIANES DE LA TIERRA


"Nativo americano no es la sangre;.. Es lo que está en el corazón, el amor por la tierra, el respeto por ella, y por los que la habitan, el respeto y reconocimiento de las energías, de los espíritus y de los ancianos, es una cultura interior, una sabiduría. Eso es lo que es ser indio”.
En el año 1855, La tribu India Dwamish, viendo que estaban condenados a desaparecer, dejaron escrito que cuando el último Hombre de piel Roja haya desaparecido, y la memoria de su tribu se haya convertido en un mito entre los hombres blancos, en la Tierra, existirán hombres que lleven el espíritu y el alma invisible de los muertos de las tribus americanas, aunque hayan nacido blancos y bajo diferentes culturas de lugares distantes. Habrá seres humanos que lleven el espíritu reencarnado del indio. Se les conocerá por su espíritu libre, por el amor a la Tierra, por el respeto a sus ancestros, su amor a los animales, y su voluntad para seguir adelante creyendo firmemente en lo que su interior les dicta. Ellos vendrán con leyes aprendidas y se encontraran con otros seres humanos, que como ellos, se rigen por su interior de manera innata, sin seguir religiones ni aprendiendo en escuelas, lo que la experiencia y la propia Naturaleza les han transmitido.

Estas son algunas de las frases que recogen estos pensamientos:
“Cuando el último Hombre Rojo haya perecido, y  la memoria de mi tribu se convierta en un mito , estas playas, estos bosques y las futuras ciudades se llenaran de los muertos invisibles de mi tribu.
Cuando los hijos de tus hijos se crean solos en los campos, tiendas o el silencio de los bosques sin senderos, ellos no estarán solos.
Por la noche, cuando las calles de las ciudades estén desiertas,  se llenarán con una multitud de fantasmas indios que protegerán la Tierra a través de seres elegidos, y el hombre blanco nunca estará solo.
Se justo y trata a la gente con mi bondad, porque los muertos no son impotentes.
Muertos, he dicho? NO HAY MUERTOS, SOLO UN CAMBIO DE MUNDOS”.

Tribu india en 1855 Dwamish

Afortunadamente, quedan seres humanos que alimenten así a los cachorritos -Art of TSOGOO-

El enfoque de nativos americanos a la vida aparece la libertad tanto un fuerte y profundo amor por la naturaleza y el respeto por la vida, la fe en el enriquecimiento de un Poder Supremo, y los principios de verdad, la honestidad, la generosidad, la equidad y la fraternidad, las bases de las relaciones terrenales.
Los Nativos Americanos, enfocan la vida desde la Libertad y desde el profundo Amor por la Naturaleza y el Respeto a la Vida.
Sus principios son; la verdad, la honestidad, la generosidad, la equidad, y la fraternidad. Esas son las bases de las relaciones terrenales.
Una de las leyes de la Naturaleza implica mantener las cosas limpias, especialmente al agua.
Preservar la pureza del agua es una de las principales reglas de la vida.
Toda muestra de vida en la Tierra está relacionada con el Agua pura, sin embargo, seguimos contaminando con nuestra basura y venenos.
Las leyes de la Naturaleza se burlan de las leyes de los hombres. La ley natural nos persigue para que corrijamos nuestros errores y volvamos a “la fuente”.
Ir contra la Naturaleza tiene serias consecuencias.
Si contaminas y matas la pureza del Agua, matas la vida que depende de ella, y por consiguiente, la tuya propia.
Las leyes de la Naturaleza son las leyes del sentido común.
En la Naturaleza se encuentra la ley del respeto.
Si no respetas la Tierra, la destruyes. A veces, al hombre se cree que fue creado para dominar, pero la palabra clave, para la que fue creado, al igual que todo en la Naturaleza,  es; RESPETAR
El único poder que debe tener el hombre, por un tiempo, es el de no explotar la Tierra, pero si supervisar lo que pasa en ella.
El hombre no tiene privilegios o poder sobre la Tierra, sólo responsabilidades de GUARDIÁN

El verdadero Guardián, el hombre de espíritu Indio, pisa la Tierra descalzo, para sentir la energía de ·la fuente· y de los ancestros que la cuidaron antes que él.
Al andar sobre la Tierra debemos tener la mayor consideración, ya que quienes yacen debajo de ella, nos mira, y observan si consideramos lo que ellos hicieron, y si tenemos en cuenta que tras nosotros llegaran nuevas generaciones, y debemos velar por ellos.

He recuperado un fragmento de la Sabiduría India de la tribu Duwamish (Gente del Interior). Pertenece a la carta, que el Jefe Indio mandó al presidente de los EEUU;
En el año 1854 Franklin Pierce,  presidente de los Estados Unidos, propuso comprar las tierras a las tribus Dwamish y Suquamish. Estas tribus vivían en la ribera oriental , dentro del actual estado de Washington , cuya capital es Seattle(nombre dado en recuerdo del jefe indio). Eran pequeñas tribus,  y en 1855, junto con otras tribus de la zona, se vieron obligadas a firmar el tratado de Port Elliot, por el cual se sometían a las restricciones impuestas y se veían obligados a abandonar sus tierras. Antes de someterse, Seattle, el Jefe de los Dwamish y Suquamish, se dirigió a Franklin Pierce, el gran Jefe de Washington, para exponer su visión de la cuestión que se le planteaba, la compra de las tierras, tan incomprensible para ellos. Su discurso, en el cual hace una descripción de su propia concepción de la vida y de su propia manera de vivir, tan contrapuesta a la de los colonizadores blancos, que con el discurrir del tiempo continua exactamente igual  de viva y vigente, y por desgracia, exactamente igual de poco escuchada y meditada.
Fragmento:
…”¿Cómo puede ser comprado o vendido un cielo, o el calor de la tierra? Se nos hace extraña esta idea. No son pues nuestros la frescura del aire, ni el centelleo del agua. ¿Cómo podrían ser comprados? Lo decidiremos más adelante. Tendríais que saber que cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada brillante hoja de pino, cada ribera arenosa, la bruma en medio de las arboledas, los claros y el zum-zum de los insectos, son sagradas experiencias y memorias de mi pueblo. La savia que sube por los árboles lleva recuerdos del hombre piel roja. Los muertos del hombre de piel blanca olvidan su propia tierra cuando comienzan el viaje en medio de las estrellas. Nuestros muertos nunca se alejan de la tierra, ya que es su madre. Somos un pedazo de la tierra, y a la vez, ella es un pedazo de nosotros. Las flores perfumadas, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa, todos ellos son nuestros hermanos. Las rocas de las cumbres, los prados húmedos del rocío, el calor corporal del potro, todos somos una misma familia. Por esto, cuando el gran Jefe de Washington nos hace saber que nos quiere comprar las tierras, es demasiado lo que nos pide. Dice que nos reservará un sitio en el cual nosotros podremos vivir apaciblemente. El nos hará de padre y nosotros seremos sus hijos. Hemos de pensar su ofrecimiento. No se nos presenta nada fácil, pues las tierras son sagradas. El agua chispeante que corre por los ríos y riachuelos no es sólo agua, sino también la sangre de nuestros antepasados. Si os vendiésemos estas tierras tendríais que recordar que son sagradas y deberíais enseñar a vuestros hijos que los reflejos misteriosos de las aguas claras narran los acontecimientos de la vida de mi propio pueblo. El murmullo del agua es la voz de mi padre y de mi madre. Los ríos son hermanos nuestros, porque nos liberan de la sed. Los ríos arrastran nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Pero sabemos que el hombre de piel blanca no puede entender nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra como otro, porque es como un extraño que llega de noche a sacar de la tierra todo aquello que necesita. Para él la tierra no es su hermana, sino una enemiga. Cuando ya la ha hecho suya, la menosprecia y continúa caminando. Deja detrás de si las sepulturas de sus padres y parece que le duela. No le duele desposeer la tierra de sus hijos. Olvida la tumba de sus padres y los derechos de sus hijos. Trata a la madre tierra y al hermano cielo como si fueran objetos que se compran y se venden, como si fueran corderos o collares. Su inmensa hambre devorara la tierra, y detrás de si nomás que dejará un desierto. No lo podemos entender. Nosotros somos de otra manera. Las ciudades vuestras llenan de tristeza nuestros ojos. Puede ser es así porque el hombre de piel roja es salvaje y no puede entender las cosas. No hay ningún sitio tranquilo en las ciudades del hombre de piel blanca, ningún sitio donde se pueda escuchar en primavera como se abren las hojas de los árboles o el murmullo de las alas de los insectos. Puede ser que me lo parezca porque soy salvaje y no comprendo bien las cosas. El ruido de la ciudad nos hiere en los oídos. ¿Y en el fondo, que clase de vida tiene el hombre si no puede escuchar el grito solitario del halcón o las discusiones nocturnas de las ranas a la orilla de la balsa?. Soy hombre de piel roja y no lo puedo comprender. A los indios nos agrada el suave murmullo del viento sobre la superficie del lago, y el aroma de este aire purificado por la lluvia del medio día o perfumado por el olor de los pinos. El aire tiene un valor inestimable para el hombre de piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento. El animal, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. Pero el hombre de piel blanca no se da cuenta del aire que respira. Como si fuese un hombre que hace días que agoniza, no es sensible a los olores. He visto búfalos a millares pudriéndose abandonados en las praderas. Desde el caballo de fuego sin pararse, el hombre de piel blanca les disparaba. Soy salvaje, y no entiendo porque el caballo de fuego vale más que el búfalo, al cual nosotros solo matamos con tal de sobrevivir. ¿Qué sería de los hombres sin los animales?. Si todos los animales desaparecieran, el hombre también moriría con gran soledad de espíritu. Porque todo aquello que pasa a los animales bien pronto le sucede también al hombre. Todas las cosas están enlazadas. Hace falta que enseñéis a vuestros hijos que la tierra que pisan es la senda de los abuelos. Respetarán la tierra si les decís que está toda llena de la vida de los antepasados. Hace falta que vuestros hijos sepan, igual que los nuestros, que la tierra es la madre de todos nosotros. Que todas las agresiones que padece la tierra inevitablemente las han de padecer sus propios hijos. Cuando los hombres escupen a la tierra, se están escupiendo ellos mismos. Sabemos una cosa: la tierra no pertenece al hombre, es el hombre quien pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido lared de la vida, no es más que un hilo. Está tentando la mala suerte si logra romper la red. El dolor de la tierra reconvierte, por fuerza, en dolor para sus propios hijos. Estamos bien seguros. Todo está enlazado como la sangre de unimisma familia. No tiene importancia donde pasemos el resto de nuestros días, somos pocos. Algunas lunas, algunos inviernos, y ninguno de los hijos de las grandes tribus que vivían sobre la tierra saldrán para lamentarse de una gente que tuvo esperanza. A los hombres de piel blanca les puede pasar lo mismo y puede que pronto. Ni tan sólo el hombre de piel blanca, que habla y pasea con su propio Dios amistosamente, puede rehuir el destino común. Puede ser, que sea verdad, que somos hermanos, ya lo veremos. Sabemos una cosa, que puede que vosotros descubráis algún día, que nuestro Dios es el mismo que el vuestro. Puede ser que penséis que tenéis poder por encima de Él y a la vez queréis tener poder sobre todas las tierras. Pero eso no es posible. El Dios de todos los hombres se compadece igualmente delos de piel blanca y de los de piel roja. Esta tierra es muy apreciada por su creador y maltratarla sería una grave ofensa. Los hombres de piel blanca también sucumbirán, y puede ser antes que el resto de las tribus. Si continuáis ensuciando vuestro lecho, una noche os ahogaréis en vuestro propio desierto. Pero veréis la luz cuando llegue la última hora, y comprenderéis que Dios os condujo a estas tierras y os permitió su dominio con algún propósito especial. Este destino es de verdad un misterio. No podemos comprender que pasará cuando los búfalos sean exterminados, los caballos salvajes amansados, los rincones secretos de los bosques saturados por el aliento de tantos hombres, y cuando por encima de los verdes cerros tropiece por todas partes nuestra mirada con las telarañas de los hilos de hierro que llevan nuestra voz.

¿Dónde estará la espesa arboleda? Habrá desaparecido. ¿Dónde estará el águila?. Habrá desaparecido. Se acabará la vida y comenzará la supervivencia. La esencia de la vida se habrá extinguido. Nosotros podríamos comprender algo, si supiésemos que es lo que el hombre de piel blanca anhela. ¿Qué piensa explicar a sus hijos en las largas noches de invierno?. ¿Qué visiones arden dentro de sus pensamientos? ¿Qué futuro desea?. Pero nosotros somos salvajes. No podemos saber los sueños del hombre de piel blanca, y por eso hemos de seguir nuestro propio camino. Cuando el hombre de piel roja se desvanezca de la tierra y su memoria sea nada más que la sombra de una nube que atraviesa las praderas, estas riberas y estos prados aún estarán impregnados del espíritu de amor a la tierra de mi gente, de la misma manera que un niño recién nacido estima los latidos del corazón de su madre. Si vuestro Dios es el mismo que el nuestro. Y ni el hombre de piel blanca puede rehuir el destino común”
Espero que tras la lectura de este fragmento de la Sabiduría de los Nativos Americanos, podamos darnos cuenta de la vigencia de las emociones, los sentimientos, y la autenticidad de una cultura que sigue las leyes de la madre Tierra.
Por suerte, tenemos entre nosotros, personas, seres humanos, que siguen las leyes del Universo, las del Corazón, las de los Ancestros, dejándose llevar por la Sabiduría Interior, por el Amor a la Tierra, por el Respeto. Son los verdaderos GUARDIANES de la Tierra, del Arco Iris, del Paraíso, de la Sabiduría.
Lourdes Prat - Ver este articulo publicado en; http://www.esscube.it/espana_y_andorra/

La imagen que ilustra el artículo es una obra realizada en óleo por artista Tsogtbayar. Si quereis conocer su trayectoria, y disfrutar de sus maravillosas obras, os podeis dirigir a esta web:  http://artoftsogoo.weebly.com/index.html

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Abraham Abulafia, con Mario Sabán