Vivir en paz y plenitud no es una cuestión de buena suerte, ni se trata de hacer rituales mágicos o de creer en algo. Es un trabajo que realizamos y cuando dedicamos nuestro tiempo, utilizando las herramientas de la sabiduría, nada ni nadie nos puede parar en nuestro intento de convertirnos en seres humanos despiertos.
Ser consciente es un proceso de trabajo, algo muy cotidiano, y lo que necesitamos en el, es un compromiso con nuestra propia evolución y con la vida misma. Nadie puede hacer el trabajo por nosotros, no hay nadie ahí fuera que nos pueda salvar, todo depende de nuestra decisión y nuestras acciones. Para las personas que quieren soluciones rápidas, creyendo que el camino espiritual es sólo algo agradable (ignorando la sombra de nuestra existencia), El Camino Sabio no será el correcto.
Hemos de dedicar nuestro tiempo y ponernos en ello, no es algo que se deja para cuando tenemos un poco de tiempo libre en nuestra agenda.
Tampoco se trata de hacer un curso tras otro, recibiendo un chute de buena vibración, hablar del cambio de conciencia y de cómo será la transformación que se producirá, porque de esta manera, solo llenamos nuestro hermoso ser, con una bonita “decoración espiritual ", que finalmente nos impide ver la realidad tal como es.
Sólo podemos transformar la locura de egoísmo, cuando la sabiduría es lo más importante en nuestra vida. Dicho así puede sonar un poco dramático, pero lo que realmente significa es; dirigir nuestra atención y tiempo al Conocimiento de Uno Mismo. No tenemos que renunciar a nuestra vida, ni es necesario hacer grandes cambios, de lo que se trata es de ir haciendo el trabajo; investigar los pensamientos, indagar en los sentimientos, estudiar la Sabiduría (estar en contacto con la transmisión de la sabiduría, y contemplar la realidad tal como es (La Meditación del Ser).
El Camino Sabio está abierto a todo mundo, pero para entrar en él, en el espacio de la quietud, necesitamos determinación y una decisión clara.
Extracto del libro “El camino sabio”:
han hecho de ella. Por lo general cuando dos personas se encuentran, se
encuentran, por lo menos, cuatro conceptos mentales. Tenemos un concepto de nosotros mismos (incluso varios) e igualmente tenemos un concepto de la persona con la que nos encontramos y esta persona a su vez, responde igualmente según sus conceptos mentales. Al producirse el encuentro, se intercambian información y experiencias por ambas partes. Cuando los conceptos coinciden se genera una sensación de entendimiento agradable, y cuando no es así, no es necesaria mucha fantasía para imaginar lo que sucede.
Muchas veces entramos en conflicto con las personas que amamos, porque creemos saber lo que esta bien para ellos y lo que no, e incluso entramos en conflicto con nosotros mismo, cuando nos enfrentamos con diferentes tipos de conceptos internos.
Por lo general, no nos amamos a nosotros mismos ni a los demás, lo que amamos es la idea que hemos creado. A este nivel de conciencia o mejor de nuestra inconsciencia, somos esclavos de nuestros deseos, es decir, de “como debe o no ser la realidad”. Tapamos este maravilloso mundo, con nuestros conceptos, y somos incapaces de ver su belleza.
La realidad es, que no tenemos ni idea de quienes somos y de que es la realidad. Si lo supiésemos, no habría conflicto, y no caeríamos en la confusión de reducir nuestra existencia a un simple concepto mental.
Nos hemos convertido a nosotros mismos en prisioneros de nuestro mundo mental, viviendo con la esperanza de que las cosas, de una u otra forma, irán bien y cuando esto no es así sufrimos. Nos perdemos en el mar de las circunstancias y creamos el correspondiente concepto de víctima. Viviendo de este modo, los conflictos, las crisis y las guerras son inevitables.Reconocer esta confusión, nos proporciona la gran oportunidad de cambiar. De
este modo podemos transformar el tremendo paquete de negatividad, en crecimiento espiritual. Para esto es de esencial importancia que entendamos cual es la “función pensar”. Mientras creamos que somos nosotros quienes piensan, se nos escapa por completo el hecho de que pensar es simplemente unas de las muchas funciones corporales que tenemos".
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